miércoles, 27 de octubre de 2010

La K después de la K

Ésta mañana me levanté no tan temprano, alrededor de la 9.30. No encendí la tele ni la radio, me senté directamente a estudiar mientras desayunaba. A la media hora llamó mi madre y me dio la noticia. La verdad no me conmovió ni nada que se le parezca, apenas si me sorprendió. Es que no le tenía una estima tan alta a Néstor Kirchner, esa es la verdad.

Inmediatamente después de haber conocido la noticia encendí la televisión y me conecté a internet. A los comentarios de sorpresa y conmoción que se expresaban en las redes sociales, más tarde, se le sumaron comentarios, como mínimo, desagradables e inoportunos. Eran los mismos de siempre: gente con alto grado de xenofobia, racismo, antiperonismo, etc. Se mostraban alegres con la muerte, se regocijaban en una orgía de miseria, se bañaban en el barro de su salvajismo. En ese momento se me vino a la memoria una frase de Jorge Ribas: “lo que me entusiasma de Kirchner son sus enemigos”. Ahí recordé porque de vez en cuando ese flaco tuerto me caía simpático.

Me cuesta hablar de Kirchner desde lo humano, no le tenía simpatías, repito. Pero eso para un zoon politikon es poco importante, lo importante es lo político. Sí, sé que no es momento de hablar de política, que el cuerpo aún está caliente como para hacerlo, pero no fui yo quien ya empezó a hacerlo, fueron los oportunistas de siempre.

Vana es la alegría de los antikirchneristas: el kirchnerismo ya existía antes de que Kirchner naciera, así como el guevarismo existía antes que el Che naciese y el peronismo ya existía antes que Perón. Porque la búsqueda de libertad e igualdad de los pueblos existe desde siempre y existirá por siempre, independientemente del nombre que aquella búsqueda adquiera. Es cierto que los pueblos muchas veces cometen el error de “personificar” esa búsqueda libertaria que le es propia con nombre de hombres, pero eso es harina de otro costal. El kirchnerismo podrá seguir existiendo o no, pero la búsqueda de libertad e igualdad de los pueblos pervivirá y los antikirchneristas cambiarán su mote, pero siempre con un norte: tratar de cercenar las libertades y destruir la igualdad. El kirchnerismo trasciende al mismo Kirchner y es ahora otra cosa, representa a algo más que al hombre, representa una idea. Entonces, que no se equivoquen los antikirchneristas, no nos divide Kirchner (como hombre) sino el kirchnerismo. Las convicciones de igualdad y libertad son la grieta que ésta sangrando entre ellos y nosotros.

Vano es el festejo de los antikirchneristas sobre todo porque el cuerpo de su odio ha dejado de existir y eso los obligará a revelar lo que realmente habita en sus almas: ya no podrán decir que no les gusta el “estilo” de Kirchner, la “confrontación” de Néstor, etc. Deberán revelar que lo que realmente les molesta son las políticas populares, el incremento de la igualdad, la creciente libertad, etc. El antikirchnerismo es el gran perdedor del deceso, su rostro está ahora expuesto.

Pensé en llevar flores a la plaza, pero una flor no dice nada. Hubiese sido más cómodo y menos comprometido hacerlo, pero no es mi estilo. Preferí escribir éstas líneas a sabiendas de que familiares, amigos y desconocidos no escatimarán en destilar sus venenosos puñales a mis espaldas tildándome de kirchnerista. Hoy eso no importa, porque en el ejemplo de Kirchner (ahora sí, como hombre) es posible rescatar el que nunca aspiró a ser un tipo cómodo ni sin compromiso.