miércoles, 17 de noviembre de 2010

Presuponer y presupuestar (Parte II)


“Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”
JOSEPH GOEBBELS (1)

“Corruption is operationally defined as the abuse of entrusted power for private gain”
TRANSPARENCY INTERNATIONAL (2)

b) El escándalo: hoy declararon ante la Comisión de Asuntos Constitucionales las dos diputadas –Hotton y Álvarez- que habían denunciado una semana atrás haber sido presionadas. El resultado fue el sabido: ambas afirmaron no haber recibido ofrecimientos de dinero a cambio de retirarse de la sesión y en ningún caso quedaron claras las presuntas “presiones”. A lo sumo, lo que aparecía en el horizonte de las declaraciones era la negociación de obras provinciales a cambio de la aprobación del presupuesto, pero ello no sería un acto de corrupción bajo el concepto de Transparency International (3) el cual requeriría un beneficio privado a costa de la cosa pública.

Pero lo interesante para el análisis del discurso es entender porque las denuncias de Elisa Carrió tuvieron tanta repercusión mediática:

- Para Elisa Carrió la denuncia es un arma de extorsión con el cual puede comandar desde el antagonismo a la oposición (4). Esto porque el antagonismo pretende integrar en un mismo discurso la moral con la política, fusionándolo en una “política confesional". Entonces, el antagonismo crea una política que es pura Verdad, porque sólo su accionar político es conforme a la Verdad en sentido confesional. Todo lo que queda por fuera del accionar político confesional es inmoral. Cuando la política confesional es integrada al “sentido común”, la misma se vuelve un arma peligrosa porque impiden la política por fuera de lo que el antagonismo arbitrariamente señala como moral y cierto.

- Las denuncias de Carrió calan hondo porque son extraídas desde lo profundo del ‘sentido común’: “el antagonismo lleva al paroxismo los rasgos más conservadores del sistema hegemónico de valores. Es decir, la idea de que los políticos son corruptos habita en el ‘sentido común’ y así su veracidad no requiere de corroboración ni sentido crítico en términos de racionalidad. Ahora, el acto de presuponer es el de afirmar algo antes de tener las certezas del caso y esto no es otra cosa que la más burda intuición. Y, al mismo tiempo, intuir es la piedra fundamental de la construcción mitológica. El mito, como es sabido, es una construcción narrativa irracional.

Por ello, si el acto de presupuestar requiere de la mayor racionalidad por tratarse de una tarea técnica; el de presuponer es un acto de construcción mítica y, en calidad de tal, absolutamente irracional.




(1) Ministro de Propaganda del Gobierno de Adolf Hitler durante la Alemania Nazi.
(2) Transparency International, “FAQ`s about corruption”, en http://www.transparency.org/news_room/faq/corruption_faq 
(3) Ibídem.
(4) El antagonismo fagocita a la oposición.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Presuponer y presupuestar (Parte I)


“Cree el ladrón que todos son de su condición” (1)


El miércoles pasado se trató el presupuesto nacional para el año 2011 y el sector antagonista logró liderar al resto de la oposición en el Congreso Nacional. El presupuesto terminó volviendo a comisión y con escándalo. De ello se pueden extraer dos cuestiones: a) el presupuesto (parte I); y, b) el escándalo (parte II).

a) El presupuesto: Prat Gay de la Coalición Cívica –como antagonista- y Claudio Lozano de Proyecto Sur –como opositor- presentaron proyectos propios de presupuesto. Decir que ambos son unos mamarrachos sería un elogio. Ninguna de esas fuerzas políticas cuenta con los recursos técnicos para elaborar correctamente un presupuesto.

Desde Max Weber sabemos que el funcionario  cuenta con saberes especiales que lo diferencian del político justamente en el hecho de que el conocimiento técnico le brinda poder al funcionariado. El funcionario habita los ministerios como miembro de la burocracia, ahí reside el saber específico y técnico. Sin ese conocimiento es imposible elaborar un documento como el de presupuesto. Para tener una idea, un resumen de un presupuesto cuenta con alrededor de 1.200 páginas (y estamos hablando de un resumen). Es imposible elaborar un presupuesto sin el aparato burocrático especializado. Nunca existió en la historia de Argentina un proyecto alternativo (hasta la fecha) al del presupuesto enviado por el Gobierno.

Lo peligroso del presupuesto elaborado por la Coalición Cívica (la punta de lanza del antagonismo) es que quien lo ha diseñado es un egresado del Colegio Cardenal Newman (de donde egresó el grueso de los funcionarios del PRO), de la Universidad Católica Argentina y trabajó para la banca J.P. Morgan: Adolfo Prat Gay. Es difícil imaginar un presupuesto con concepción de lo social por parte de un (¿ex?) empleado de una banca transnacional que construyó su fortuna a base al comercio de esclavos (2) y otros pecados (3). Me ha sido imposible encontrar los proyectos alternativos, pero no intuyo nada bueno de un tipo que piensa que Argentina debería volver a pedirle préstamos al FMI (4) o que considera que las retenciones deberían caer al 0% y sin segmentación (5).

En el peor de los casos el Gobierno, según la Ley de Administración Fiscal, deberá repetir el presupuesto del año 2010 para una economía que terminará creciendo en un 8%. Es decir, el Gobierno contará con más recursos disponibles por fuera del presupuesto que los que ha tenido en el presente año, aquello que el sector antagonista quería evitar. Esto es porque la ‘irracionalidad’ del discurso antagonista radica en que adquiere cierta autonomía del anclaje clasista al que representa originariamente. Puede que el discurso irracional, en su afán de enfrentar al protagonista, se oponga incluso a medidas del protagonista que redundarían en beneficio de los intereses de las clases que adhieren al discurso antagonista. Es más, puede que la conducta ‘irracional’ termine favoreciendo los intereses del protagonista.






(1) Dicho popular.
(2) Solidaridad.net, “La Banca Morgan se enriqueció a base del comercio de esclavos”, 2005, en http://www.solidaridad.net/articulo2999_enesp.htm 
(3) Millet, Damien y Toussaint, Éric, “El triple pecado de la gran banca privada”, 2010, en http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8455 
(4) La Nación, “Prat-Gay reclama que se pida otra vez asistencia al FMI”, 2008, en http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1079201
(5) La Nación, "Nunca más habrá retenciones", 2009, en http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1079201 
Clarín, “Retenciones: nuevos tironeos por el plan de segmentación”, 2010, en http://www.ieco.clarin.com/economia/Retenciones-nuevos-tironeos-plan-segmentacion_0_155100003.html 

viernes, 12 de noviembre de 2010

Reestructuración con K (de Keynes)


“Facts have changed and so do I”
JOHN MAYNARD KEYNES (1)


El pragmatismo británico es tan conocido como brillante, permite (como lo hizo Keynes) adaptar la teoría a contextos y sujetos históricos concretos. Los hechos han cambiado y debo cambiar con ellos. Me propongo reestructurar el blog en base a las siguientes reflexiones:

a) Mayor cristalización teórica: la hipótesis que esbocé en julio se ha complejizado y ahora tiene una sofisticación mayor:

“El clivaje de polarización moderada como ‘proponente(2)/opositor’ es reemplazado por un clivaje de extrema polarización como ‘protagonista/antagonista’ cuando el ‘sentido común’ (3) empieza a presentar fisuras. Estas fisuras se perciben a nivel discursivo y simbólico, principalmente. Las fisuras en el ‘sentido común’ de una sociedad solo se pueden dar si existen cambios sustanciales en la estructura económica (sobre todo si los intereses de las clases dominantes son afectados).

El clivaje de polarización extrema del discurso (
‘protagonista/antagonista’) divide el ‘sentido común’ en dos sentidos (aunque no de forma taxativa) y en tanto que sistema hegemónico de valores recorre el total del tejido de una sociedad a través del discurso y la simbología.

El ‘discurso irracional’ surge producto del clivaje discursivo-simbólico
‘protagonista/antagonista’, anclado en los aspectos más atávicos del ‘sentido común’. El antagonismo, como reacción a los cambios producidos en la estructura económica, lleva al paroxismo los rasgos más conservadores del sistema hegemónico de valores. La ‘irracionalidad’ del discurso antagonista radica en que adquiere cierta autonomía del anclaje clasista al que representa originariamente, pero siempre actúa como protección de un núcleo duro de intereses. Puede que el discurso irracional, en su afán de enfrentar al protagonista, se oponga incluso a medidas del protagonista que redundarían en beneficio de los intereses de las clases que adhieren al discurso antagonista”.

b) Conciencia de la síntesis histórica: los ciudadanos argentinos son libres de opinar que cosas hace bien y que cosas hace mal el Gobierno. El analista no, aquello no es suficiente. El analista político, si se precia de tal, debe tener conciencia de la Historia y la Política, lo cual implica entender el momento histórico, los sujetos históricos que actúan, los intereses materiales en juego, etc. Pero, sobre todo, quien quiere ser un intelectual comprometido con su tiempo (llamémosle “orgánico” si se quiere) debe saber identificar donde está el “eterno enemigo statu-quista”

Robert Michels, militante del partido socialdemócrata alemán (4), hizo críticas agudas y reales sobre su partido en el período de entreguerras. Fue impiadoso a la hora de describir como el partido socialista de los alemanes se había burocratizado y, hasta cierto punto, aburguesado y como de él había surgido una nueva oligarquía (5). Gastó tantas energías criticando a su propio partido (críticas muy válidas por cierto) que descuido analizar el contexto que lo rodeaba; en su contexto se gestaba el nazismo. Su crítica despiadada contribuyó a desmoralizar al partido y a la democracia alemana. Debió haber tenido mejor conciencia de la síntesis histórica en que vivía. Debemos tener mejor conciencia de nuestro tiempo.

c) Para quien escribe el escritor (6): ya no escribo sólo para hacer catarsis, me propongo escribir para darle herramientas y argumentos a las personas que decidan romper con el sentido común. De ninguna manera intentaré romper el sentido común de quien crea en aquél mito, ya que es imposible, y solo puede existir ruptura con aquél a partir de un golpe emocional que de ninguna manera puede ser creado de manera artificial.

Hay quienes en la blogósfera –como Lucas Carrasco y Orlando Barone- escriben para cohesionar al kirchnerismo mediante la crítica indiscriminada a los opositores. Por el contrario, en mi caso, intentaré demostrar que el campo nacional, popular y libertario es mucho más amplio y que esas conductas no conducen a otra cosa que al sectarismo. Y el sectarismo  es un término más propio de la religiosidad que del análisis racional.

Con el pragmatismo británico abrí, con el pragmatismo británico cierro: “Dios salve a la Reina (razón)”.


(1) Malabre, Alfred L., “Lost Prophets: An Insider's History of the Modern Economists”, 1994, pág. 220.
(2) Llamado vulgarmente como “oficialismo”.
(3) Como sistema hegemónico de valores.
(4) Más allá de que con posterioridad se haya afiliado al partido fascista de Italia.
(5) Michels, Robert, “Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”, Bs. As., Amorrortu, 1983.
(6) Parafraseando a José Saramago.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La K madre que nos partió*

Soy un tipo al que le cuesta hablar sobre política sin utilizar un aparato conceptual, pero ésta vez haré el esfuerzo de desentenderme de la teoría y voy a escribir con el corazón sobre el teclado. Es que algo nos pasó, todos sabemos que algo nos pasó: nos partimos al medio. Las sobremesas con la familia, las previas con amigos y las charlas en bares con extraños ya nos son las mismas. No es tan fácil como en los noventas hablar de política, ahí era todo mucho más claro, más sencillo. Ahí estaba el adversario del pueblo y acá estábamos nosotros. Fue a finales de esa década cuando asistí a mi primera manifestación, era un reclamo ante el gobierno provincial (aliado del menemismo) por los sueldos de los maestros a los que se les adeudaba todo un año de haberes. Ahí aprendí la importancia de la palabra “educación”. Cuando De la Rúa asumió como presidente mandó a la gendarmería y derramó sangre sobre el puente Belgrano que une Corrientes-Resistencia. Ahí aprendí el significado de la palabra “represión”. Mi abuelo (de larga militancia social) estuvo en lo que eran aquellos cortes de ruta, sin ser él maestro, sin ser un problema que lo afectase en forma directa. Ahí aprendí el significado de la palabra “solidaridad”. Al año siguiente falleció. Un año después ocurrió el diciembre de 2001. Ahí supe qué significaba “crisis”.

Mi amigo Federico me suele decir que nosotros somos los hijos de la crisis (quizás en tono con la frase hegeliana de que “todos somos hijos de nuestro tiempo”). Esa puta crisis nos parió a gran parte de nosotros, pero no nos parió a todos por igual. Y desde ahí que venimos partidos, sobre todo cuando esa K se puso entre nosotros y nos colocó en veredas diferentes. Esa K fue creciendo y creciendo, y la distancia se volvió gigante. Familia, amigos y desconocidos, todos en veredas diferentes. Y no es que uno esté en exactamente parado sobre la K, eh. Más bien uno se encuentra en la misma vereda que la K, pero separado por varias (muchas) baldosas.

Pero la familia, los amigos y los desconocidos no lo entienden así, para ellos es todo lo mismo: o estás con la K o con la anti-K, así con tono maniqueo y todo. Y no suelen escatimar en agravios a la hora de opinar. Le dicen a uno que está ciego o que pretende tomarle el pelo a la gente. Algunos desconocidos hasta insinúan que uno tiene la opinión que tiene porque seguramente algún “beneficio” debo recibir de esa puta K. Pero no sería nada eso, porque al fin y al cabo son desconocidos y no me conocen. Ahora, cuando es alguien cercano quien te insinúa que tus convicciones tienen un precio, ahí sí… ahí sí que duele. Pero es cierto, descubrí que sí, que mis convicciones tienen un precio, pero son ellos los que le ponen el precio y soy yo quien debe pagar por las mismas. Y el precio que me hacen pagar, créaseme, es muy alto y los golpes que uno debe recibir muy bajos. Si tan sólo uno recibiese esos “beneficios” soportar el maltrato se justificaría (al menos así lo imaginan ellos), pero ni eso. ¿Entonces por qué uno está de éste lado de la vereda y no enfrente? La respuesta puede parecer soberbia, pero es la siguiente: desde que tengo uso de razón éste es el primer gobierno que ha seguido “mi agenda”. Sí, “mi agenda”, aunque suene soberbio de mi parte. Ninguno de los gobiernos anteriores siquiera se animó a hablar de los temas de “mi agenda” y éste al menos me hojeó algunas páginas. Ni completamente ni idealmente se acerca al país que yo deseo, pero es el más próximo (de los que he conocido) a aquél.

Pero ni familia ni amigos y menos aún los extraños entienden mi posición. Para ellos basta con decir que hay que “mirar la calle y usar el sentido común” para descubrir que estamos inmersos en un caos. Una de mis abuelas, que ahora por primera vez tiene jubilación, me dice que en el Estado derrocha plata; un par de amigos, mientras juegan a la playstation después de haberse levantado a las 11.30, me dicen que el problema son los planes que hacen que la gente no quiera trabajar; un viejo desconocido en un café de Recoleta, mientras despliega las enormes páginas de “La Nación” sobre la mesa, me dice que el problema son los piqueteros que cortan calles porque tienen mucho tiempo libre. Yo los miro azorado, pensando que en algún momento van a percibir la contradicción de ellos mismos. Pero espero inútilmente, mordiéndome la lengua, tragándome el veneno y alimentando más y más a ésta úlcera moral pronta a estallar.

Es que ellos siguen mirando la historia desde una matriz liberal (está bien, no puedo con mi genio y violé la promesa de no conceptualizar): donde ellos ven la historia de los héroes, nosotros –los hijos de la crisis- vemos sociedades; donde ellos ven clientelismo, nosotros vemos inversión social; donde ellos ven corrupción, nosotros la vemos también, pero aceptamos el desarrollo de la totalidad de la historia con sus contradicciones. Entonces, ¿lo que nos divide es la K? No, no creo que sea la K. Siempre estuvimos separados, sólo que la K vino a quitar el velo entre nosotros y nos obligó a discutir con familia, amigos y desconocidos aquello que quizás nunca hubiésemos querido discutir. Porque hay algo que se está quebrando entre nosotros, aquello que sostiene sus vidas y a nosotros nos inspira profunda aversión; aquello que ellos entienden como “normal”, “común” o “natural” y que nosotros empezamos a cuestionar. En fin, ese sistema de valores e ideas que ellos llaman “sentido común” y que para nosotros ya no existe. Porque el sentido común no es otra cosa que el sistema hegemónico de ideas que permiten la dominación, incluso la autodominación de los dominados (sí, ya sé, segunda vez que violo la promesa de no conceptualizar). Y ahí estamos nosotros, queriendo romper lo que para ellos es seguro y conocido: su preciado sentido común. Flanco por flanco atacamos ese edificio sagrado y ellos reaccionan con la virulencia de quien no quiere que se le caiga el techo encima. Porque es cierto, cuando uno rompe con el sentido común queda en pelotas por un buen rato, y estar en pelotas da miedo, pero es necesario hacerlo si se quiere ser libre. El edificio se está resquebrajando y la fisura nos abrió al medio a todos. La K sólo acelera los tiempos del derrumbe, el edificio está destinado a colapsar de cualquier forma. Entonces que quede claro familia, amigos y desconocidos: la K no nos separa, lo que nos separa es la crisis del “sentido común”. Pero, es cierto, fue la K la que nos partió.






*Agradecimientos especiales a mi amigo Lucas Massuco que me corrigió y me impulsó a profundizar en éste artículo escrito el 21 de octubre de 2010 para el Nº4 de la "Revista Diversidad".