lunes, 24 de octubre de 2011

Hijos de la 125

Historia de un par de estudiantes en Rosario resistiendo al sentido común.

Claro, hoy es fácil. Ponerte la casaca del eternauta ya no pesa una tonelada, al menos no tanto. Pero hubo un tiempo en que eso no era así. Quiero contar la historia de dos amigos, y de paso también la mía, al respecto. Porque en Rosario hace tres años, en 2008, hubo dos muchachos que dieron grandes batallas, no contra Clarín ni contra Monsanto, sino contra adversarios proporcionalmente mucho más poderosos en sus respectivas realidades: amigos, familiares y conocidos.

Es que la 125 traslució un clivaje del cual no queríamos hacernos cargo. Antes teníamos simpatía por el Gobierno por su accionar en lo que a los Derechos Humanos respectaba, pero criticábamos el hecho de que no fuesen a fondo contra la estructura económica neoliberal. Nos creíamos marxistas, pero éramos más ingenuos que otra cosa. Y ahí se nos presentó la desnuda realidad: el Gobierno yendo por la renta extraordinaria y los grupos concentrados de poder económico minando la gobernabilidad de una presidenta electa hacía tan solo cinco meses. Rosario estaba desabastecido. Todavía recuerdo a una mujer con su hijo quebrarse ante una góndola de leche vacía y ver por la televisión que se la derramaba en las rutas. Y ahí cambió todo, ¿qué hubiese hecho cualquier persona bien nacida ante semejante atropello? Pero el cambio fue lento. Era muy difícil Rosario para alguien como nosotros en ese entonces. Habíamos elegido el peor momento y lugar para ser kirchnerista. Créanme, no tuvo nada de oportuno nuestro giro intelectual.

Nos juntábamos casi en secreto y hablábamos en voz baja con respecto a la 125. Era un ambiente pesado y uno debía moverse con cautela porque siempre estaba presente la posibilidad que un comentario inoportuno tocase la susceptibilidad de algún sojero que inmediatamente te increpase con todo tipo de adjetivos. No era fácil. Estábamos tan solos.

Pero resistimos y aquí estamos. Batallamos contra el sentido común en cada sobremesa familiar, en cada charla de amigos, en la cola del Pago Fácil y en el bar de la Facultad. El tiempo pasó, perdimos contacto con familiares, algunos amigos nos eliminaron del Facebook, un par de mujeres nos dejaron por ser “ultra-k”, tenemos prohibida la entrada algunos bares y hacer proselitismo en locales de pago de impuestos. Pero cumplimos con nosotros mismos porque realizamos nuestra libertad. Nos realizamos. Y nos realizamos con otros tantos millones. Por eso, a la distancia y levantando un mate espumoso, les mando un abrazo nacional y popular. Por la fuerza de Lucas. Por la fuerza de Fede. Por la fuerza de los hijos de la 125.

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