Una y otra cosa son diferentes. La oposición intenta construir un relato que es línea de acción política. Por lo tanto, la oposición se mueve en el campo de la política (como construcción de poder mediante la confrontación de fuerzas, pero también mediante la negociación) y se inserta en el sistema democrático a la espera de ocupar el poder. El antagonismo, por otra parte, al construir un relato confesional-radical (al hablar de “radical” no se hace referencia a la militancia en la UCR sino a una polarización extrema) se aleja del mundo político para adentrarse en el mundo de la fe, por tanto contrario a la razón. Su relato se traslada por fuera de lo político y al borde del sistema democrático.
El antagonista puede sacar frutos de su rol ocasionalmente. Pero, al igual que en la literatura ficcional, el antagonista lo único que hace es medir fuerzas con el protagonista. Lo cual lleva a quienes ocupan el rol de antagonistas a una increíble paradoja: el antagonista, en tanto ocupa un rol de antagonismo, sólo puede ser antagonista y nunca protagonista. El protagonismo generalmente es para quienes hacen política.
En la próxima entrega prometo ya adentrarme en los temas de actualidad, pero creía necesarias éstas definiciones conceptuales previas.
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