jueves, 26 de agosto de 2010

Ayer por ti, hoy por mi.

A cualquiera le llamaría poderosamente la atención los dichos de Carrió en los últimos días en relación a la problemática de Papel Prensa. Al respecto expresó “no me temblará el pulso en defender al Grupo Clarín”. Esto se suma a otras declaraciones de similar tinte hechas por Elisa Carrió con ocasión del examen de ADN a efectuarse a los hijos de la titular del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble.

Uno podría imaginar en principio que el compromiso de Carrió con el hegemón de los medios se debe a una estrategia política que consistiría en brindarle apoyo al grupo corporativo a cambio de que el grupo le brinde minutos y un atril desde el cual vociferar. Lamentablemente la historia a desenmarañar es por mucho más oscura. Para desanudar el tejido de relaciones es necesario retrotraerse a décadas atrás.

Elisa María Avelina Carrió (tal su nombre completo) nació el 26 de diciembre (¿de ahí su misticismo?) de 1956 en Resistencia, provincia del Chaco. Según su sangre proviene de las familias “troncales” o “fundacionales” de la provincia. Se licenció de abogada en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) (1) en 1978. Llamativamente sólo un año después el interventor del Chaco, General de Brigada Antonio Serrano, por decreto provincial nº72 la nombra Asesora de la Fiscalía del Estado (2). Ahí podemos empezar a unir los puntos, Carrió, casi sin experiencia, pasa a trabajar por decreto en la Fiscalía del Estado. Además, también durante la dictadura cívico-militar, por resolución 522 del Superior Tribunal de Justicia (3), el 21 de agosto de 1980 es nombrada Secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del Chaco. Ahora la relación con el “Proceso de Reorganización Nacional” estaba atada y bien atada.

Hasta acá tenemos una Elisa Carrió involucrada con la dictadura militar, pero queda unir los puntos con el Grupo Clarín. ¿Cómo explicar la defensa acérrima que hace Carrió al respecto? Bueno, quizás la denuncia de José Pirillo (ex-titular del diario “La Razón”) pueda echar algo de luz (4). En ella explica que Héctor Magnetto (CEO de Clarín) adoptó sus hijos de forma un tanto irregular en el norte de Argentina, habiendo sido la misma Elisa Carrió quien se los habría “conseguido”.

Es posible entender como el circulo de favores se va cerrando entre la Dictadura-Carrió-Clarín. El gobierno dictatorial impulsó la carrera de Carrió y Carrió le efectuó “favores” al CEO de Clarín. Proteger al hegemón de los medios es necesario para que los muertos de su ropero no vuelvan a ver la luz. Magnetto y Carrió necesitan cubrirse mutuamente las espaldas. Ayer por ti, hoy por mi.



(1) La Facultad de Derecho y Ciencia Política (no se dicta la carrera de Ciencia Política, el nombre es solo para darle pompa) de la UNNE es la Universidad más corrupta que existe en la Argentina y de eso puedo dar cuenta en persona.
(3) Ibíd.

jueves, 19 de agosto de 2010

Antagonismo e impotencia

La palabra “protagonista” proviene del griego antiguo “protagonístís” formada del protos=primer y agonísíts= luchador (o jugador). Por otro lado, la palabra “antagonista” proviene del griego “antagonístís”, formado por anti=opuesto (o contrario) y agonístís=luchador (o jugador). De ahí que para hablar de antagonismo es necesario que exista un protagonismo.

El rol del antagonista necesita ser correspondido por el protagonista, es decir, el antagonista necesita ser reconocido por el protagonista como un interlocutor en la lucha. Cuando esto no sucede, cuando el protagonista no reconoce al antagonista, cuando no le otorga estatura, o en criollo, cuando no le da chapa de adversario político, el antagonista sufre de impotencia. La impotencia es “falta de poder para hacer algo”. Si el antagonista construye todo su discurso sobre la base del antagonismo con el protagonista, pero éste último, al no replicarle, le niega su inserción en la dialéctica, el antagonista queda impotente. Es ahí que el antagonista busca construir la figura del “mártir”. Ésta le sirve para salvar momentáneamente su figura, intentando mostrarse como un “puro” incomprendido de su tiempo.

La ida de Elisa Carrió del Acuerdo Cívico y Social debe ser entendida en éstos términos. Carrió necesita ser antagonista de quien ella entiende es el protagonista: Néstor Kirchner. Al no poder presentarse como tal sufre de impotencia y eso la lleva a reconfigurarse momentáneamente como mártir. Los portazos no se dan simplemente cuando uno quiere salir, se dan generalmente cuando uno quiere hacer ruido.


domingo, 15 de agosto de 2010

La fisura es necesaria

Durante la última semana se ha hablado mucho del “impasse” que vive la Coalición Cívica desde que Elisa Carrió amenazase con dejar la alianza opositora. La estrategia está constituida como un movimiento de pinzas: por un lado encolumnar a la UCR y el PS detrás de ella y su discurso; por otro, convertirse en la contracara de lo que ella cree que es el enemigo a vencer, Kirchner.

El relato, para calar hondo en los espíritus debe construirse sobre la dicotomía de héroes y anti-héroes. El antagonismo de Carrió tiene como objetivo dividir el campo político en dos polos impermeables a las ideologías tradicionales. La lucha política debe ser des-racionalizada para volverse sentimental y darle un marco dramático de batalla última. Por eso la carta enviada por Carrió tiene como fin dar un ultimátum al resto del campo opositor: “soy yo quien debe encarnar la antítesis de Kirchner. Sólo yo puedo hacerlo, porque si no soy yo no será nadie”.

Toda ésta teatralización de Elisa Carrió funciona con el sólo fin de encabezar al resto de los partidos que forman la CC. En caso de quebrarse definitivamente la alianza ella podría mantener su “purismo” y señalar a la UCR como parte de la “vieja política” o decir que ella no va a ser parte de un nuevo fracaso de una “Alianza remozada”. Sería bastante vergonzoso ver a líderes de partidos históricos y laicos como la UCR y el PS ser arreados por una “ídola” que ni siquiera tiene un partido propio, sino que “ella es personalmente su propio partido”. Pero después de todo no debería sorprender que Elisa Carrió logre encabezar éste nuevo espacio opositor en gestación, pues como ya lo dijo alguna vez Antonio Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

martes, 3 de agosto de 2010

Motivos para creer en Carrió

Nótese que utilizo la palabra “creer”, porque es un verbo que indica un acto de fe. A mi entender no hay otras razones para seguir a Elisa Carrió que no sea por fe. O quizás sí, quizás si haya otros motivos por los cuales usted puede seguir a Elisa Carrió.

Si usted es antiperonista (la forma más intensa de antagonismo que conoce la Argentina) es posible que sienta cierto aprecio por Carrió. Pero entienda usted que el antagonismo es solo una pose vacía de contenido, nada se construye con ella. El antiperonismo que subyace en el discurso de Carrió logra captar a una franja social que tiene inscripto en los genes de su relato aquél antagonismo.

Si usted es una persona sumamente religiosa y cree que el bien o el mal absolutos se pueden hacer carne en una figura, también puede comulgar con Carrió. En éste momento el mal absoluto es Kirchner. Adviértase que el antagonista tiene una tendencia a llevar la discusión política a una duplicidad de absolutos, coherentes en éste caso con el carácter confesional del discurso. El problema para el sistema democrático liberal es que el antagonista no solo batalla con el protagonista, sino que borra al resto de la oposición del relato político, ya que la batalla final se da entre el mal absoluto (el protagonista) y el bien absoluto (el antagonista). En éste caso en particular, el discurso de Carrió también tiene como intención erosionar la institucionalidad apuntando a negar la figura presidencial, llevándola a un mero instrumento del mal absoluto. Niega la entidad de la Presidenta, niega el voto que le confirió el pueblo, corroe el sistema democrático, borra a la oposición y construye un relato de batalla final.

En fin, si usted no sabe nada de política, pero tampoco desea entender de política y lo único que quiere es indignarse junto a la oradora del discurso antagonista, entonces creo que Elisa Carrió es su mejor opción.

domingo, 1 de agosto de 2010

El espejismo del centenario dorado

A propósito de la inauguración de la Rural en el día de ayer, nuevamente encuentro similitudes en los discursos de Elisa Carrió y Hugo Biolcatti. Ambos añoran un pasado que en realidad no existió, pero que con la alquimia discursiva transformado en real. Se señala que en 1910 la Argentina era el 8vo país del mundo muy apresuradamente, sin mencionar los indicadores de tal merecimiento. Me pregunto qué pensarían éstos señores si les propusiesen ser la segunda economía del mundo en la actualidad, es decir, la roja China. Se habla casi de un país modelo, con un “proyecto de nación” y de consensos. Nada más alejado: era un país en que la cuestión social estaba en ebullición, existía represión a la protesta social, los inmigrantes vivían en condiciones degradantes y el sistema político era corrupto al punto tal que el voto carecía absolutamente de valor. El proyecto de nación era el de una elite para una elite. Ensalzan el modelo agroexportador como “proyecto” sin reparar en que fue ese modelo el que llevó a la crisis una vez que alcanzó su techo, piénsese en la Primera Guerra Mundial y en la crisis iniciada en el año 1929 dejó al país expuesto. Cuando hablan de la Argentina “inserta en el mundo” no atienden a que esa inserción era subordinada, piénsese en el pacto Roca-Runciman en 1933 como su corolario. Entonces, ¿qué es lo que tanto les fascina de aquel centenario? Justamente todo lo anteriormente dicho. Los cambios que les resultaron dolorosos, cuyas heridas no logran cicatrizar en la piel oligárquica, son el voto universal y, más aún, el ingreso de la masa como actor político a mediados del siglo XX.

Pero el discurso por más oligárquico que sea necesita legitimarse, como dijo Marx “volver interés universal lo que es un interés particular”. Es ahí que entra a jugar la sensiblería y aparece la frase más fetichista y cruel “Queremos una Argentina sin pobres”, dicen. Un fetichismo contemplativo sobre los “pobres” se hace presente, ya que aquellos no son “personas en situación de pobreza”, sino simplemente “pobres”. Y es cruel porque al no contemplar a “la condición de pobreza” como problema, el problema son los “pobres”. Y cuando dicen: “queremos una Argentina sin pobres” quieren decir “No queremos pobres en Argentina”, por lo tanto “No queremos que existan pobres en la Argentina”. El lenguaje que utilizan los traiciona revelando lo que habita realmente en sus corazones: no se quiere terminar con la “pobreza” sino con los “pobres”.