domingo, 1 de agosto de 2010

El espejismo del centenario dorado

A propósito de la inauguración de la Rural en el día de ayer, nuevamente encuentro similitudes en los discursos de Elisa Carrió y Hugo Biolcatti. Ambos añoran un pasado que en realidad no existió, pero que con la alquimia discursiva transformado en real. Se señala que en 1910 la Argentina era el 8vo país del mundo muy apresuradamente, sin mencionar los indicadores de tal merecimiento. Me pregunto qué pensarían éstos señores si les propusiesen ser la segunda economía del mundo en la actualidad, es decir, la roja China. Se habla casi de un país modelo, con un “proyecto de nación” y de consensos. Nada más alejado: era un país en que la cuestión social estaba en ebullición, existía represión a la protesta social, los inmigrantes vivían en condiciones degradantes y el sistema político era corrupto al punto tal que el voto carecía absolutamente de valor. El proyecto de nación era el de una elite para una elite. Ensalzan el modelo agroexportador como “proyecto” sin reparar en que fue ese modelo el que llevó a la crisis una vez que alcanzó su techo, piénsese en la Primera Guerra Mundial y en la crisis iniciada en el año 1929 dejó al país expuesto. Cuando hablan de la Argentina “inserta en el mundo” no atienden a que esa inserción era subordinada, piénsese en el pacto Roca-Runciman en 1933 como su corolario. Entonces, ¿qué es lo que tanto les fascina de aquel centenario? Justamente todo lo anteriormente dicho. Los cambios que les resultaron dolorosos, cuyas heridas no logran cicatrizar en la piel oligárquica, son el voto universal y, más aún, el ingreso de la masa como actor político a mediados del siglo XX.

Pero el discurso por más oligárquico que sea necesita legitimarse, como dijo Marx “volver interés universal lo que es un interés particular”. Es ahí que entra a jugar la sensiblería y aparece la frase más fetichista y cruel “Queremos una Argentina sin pobres”, dicen. Un fetichismo contemplativo sobre los “pobres” se hace presente, ya que aquellos no son “personas en situación de pobreza”, sino simplemente “pobres”. Y es cruel porque al no contemplar a “la condición de pobreza” como problema, el problema son los “pobres”. Y cuando dicen: “queremos una Argentina sin pobres” quieren decir “No queremos pobres en Argentina”, por lo tanto “No queremos que existan pobres en la Argentina”. El lenguaje que utilizan los traiciona revelando lo que habita realmente en sus corazones: no se quiere terminar con la “pobreza” sino con los “pobres”.

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